Insistiendo en lo que decía al principio de este
libro es que no puedo comprender por qué, tanto
Jehová (al que no reconozco como mi Dios) como
Jesús de Nazaret (al que llevo en mi corazón), se
dieron a conocer en la misma parte de la tierra. Ni en las
profundas selvas del Amazonas o de África, el continente
europeo y todo el resto de Asia no tuvieron la misma oportunidad
ni privilegio de conocer a Jesús en vida.
Por otro lado, me da la impresión de que la
llegada a este mundo de Jesús y sus mensajes, aún
creyendo en su origen divino, fue un hecho aislado en la historia
del hombre, habiéndose producido hace apenas 21 siglos;
¿que pasa con los hombres que vivieron y poblaron todo el
planeta, por ejemplo, hace 7 u 8.000 años? Probablemente
hubiera ocurrido lo mismo y lo mismo ocurriría en la
actualidad. Pero nuestra mente no puede abarcar los planes de
Dios ni mucho menos, ni tampoco la intención que
debía tener Jesús para nacer como hombre en ese
preciso momento. De cualquier forma, desde su venida el mundo ha
ido a peor, pero no por Él, sino por nuestros propios
actos. Vaya, que no hemos aprendido nada de sus mensajes. En los
últimos 200 años hemos avanzado a una velocidad
vertiginosa en adelantos científicos y tecnológicos
comparados con los más de 10.000 años de
civilización, pero la mente humana ha evolucionado muy
poco y seguimos siendo la especie más dañina que ha
poblado este planeta en toda su historia, desde la
aparición de la vida.
Como final a esta segunda parte, quiero recalcar que el
daño producido por el Cristianismo y la Iglesia
Católica a lo largo de la Historia, no significa que en el
Cristianismo no hayan existido y continúen existiendo
buenas personas que aunque pertenezcan al seno de la Iglesia,
realizan una labor encomiable para los más necesitados,
viviendo una vida de humildad y pobreza y en muchísimos
casos, dando la vida por seguir los mensajes de Jesús y
siendo personas anónimas, siguen los dictados de su
corazón.
Autor:
Juan Carlos Alcalá de los
Ríos,
SANTANDER, OCTUBRE 2014.
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